El krill, principal fuente de alimentación de animales como pingüinos, ballenas, focas, aves marinas y peces, se vería amenazado por la llegada de pequeños invertebrados marinos al Océano Austral.

Salpa colectada durante el verano de 2017 en Base Yelcho, Antártica. Ftografía de Ricardo Giesecke.

Gelatinosas, translúcidas y compuestas por más de un 95% de agua. Así son las salpas, pequeños invertebrados marinos, similares a las medusas, que pueden llegar a formar grandes enjambres. Pese a que es posible hallarlas en todos los océanos del mundo, las mayores concentraciones se encuentran en el Océano Austral.

Diversos estudios realizados desde principios del siglo XX indican que ha habido una disminución importante en las poblaciones de krill antártico –una especie clave en los ecosistemas del continente blanco–, lo que se ve acompañado con un incremento en las poblaciones de salpas.  Esto podría significar grandes problemas en las tramas tróficas de la Antártica debido que el krill es la principal fuente de alimentación de depredadores como pingüinos, ballenas, focas, aves marinas y peces.

“Producto de un aumento de temperatura en el hemisferio sur, las salpas se están desplazando hacia la Antártica. Esto genera una posible competencia con el krill antártico. Las salpas son mucho más voluminosas, y, por tanto, tienen una superficie mayor para captar alimentos”, explica la investigadora del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL), Dra. Andrea Piñones.

Las salpas pueden ser consideradas como “aspiradoras del mar”: a medida que avanzan por el agua capturan partículas que van desde bacterias hasta microalgas. A diferencia del krill, las salpas son transparentes, con muy poca cantidad de materia orgánica y bajo aporte nutricional en relación a su volumen. Son organismos altamente adaptados para adecuarse a las cambiantes condiciones ambientales, pudiendo alternar entre reproducción sexual a asexual. Esto les permite incrementar sus poblaciones de manera explosiva.

“Las salpas tienen otra bondad: son gelatinosas y presentan una flotabilidad, por lo que no tienen que invertir mucha energía para nadar. En cambio, el krill es un animal con un alto contenido proteico y las proteínas pesan y son más densas que el agua. Por ello, gran parte de la energía que debe gastar es simplemente para no hundirse y poder mantenerse en la columna de agua”, explica el investigador del Centro IDEAL, Dr. Ricardo Giesecke.

Al no tener que gastar energías, las salpas pueden vivir en zonas oceánicas, donde en general hay poco alimento.

Sin krill no hay Antártica

El krill Antártico (Euphausia superba) es un eslabón clave en las cadenas tróficas en el continente blanco.

El krill es un organismo que vive entre cinco y siete años. Es rico en aceite grasos. Su Omega 3 es utilizado, por ejemplo, en la industria cosmética.

No todos los años se dan las condiciones ambientales favorables para que haya grandes poblaciones de krill. Cuando hay poco krill en verano, se asocia a la poca formación de hielo marino durante el invierno anterior.

“El krill es un eslabón clave en el continente blanco, su rol es fundamental en las tramas tróficas. Si no existiera el krill, a largo plazo, sería muy difícil que siguiéramos conociendo la Antártica en su forma actual”, concluye la Dra. Piñones.