Si bien la Antártica es reconocida como el continente más prístino del planeta, cabe preguntarse si esa reputación es merecida. A partir de su descubrimiento en 1820, numerosas expediciones surcaron los mares del océano Austral para explotar sus poblaciones de lobos y focas, principalmente. En 1821, el lobero norteamericano Nathaniel Palmer, fue el primero en llegar a la península antártica, y dos años después, el lobero británico, James Weddell, fue el primero en ingresar al mar que hoy lleva su nombre. En pocas décadas, estas expediciones llevaron casi a la extinción a las poblaciones de lobos marinos primero, y de focas elefante, después. Con la llegada del arpón explosivo y naves de mayor velocidad, la caza de ballenas también se convirtió en una actividad lucrativa en la Antártica a comienzos del siglo XX.